Cómo lograr un estilo de vida saludable

Introducción: El deseo de cuidarse y la frustración de no lograrlo

Cada día, muchísimas personas se despiertan con el propósito de empezar a cuidarse y lograr un estilo de vida saludable: comer mejor, moverse más, dormir bien, reducir el estrés ¿te suena?

Sin embargo, muchas de ellas terminan el día con la sensación de haber fracasado. ¿Por qué, si tenemos tanta información disponible y tantas ganas de mejorar, nos cuesta tanto llevar un estilo de vida saludable?

Esta frustración es más común de lo que parece, y no tiene nada que ver con la pereza, la falta de compromiso o una supuesta debilidad de carácter. De hecho, culparnos por no lograrlo solo añade más peso emocional y nos aleja del verdadero problema.

Llevar un estilo de vida saludable no es simplemente cuestión de «querer es poder». Detrás de este objetivo se esconden múltiples factores psicológicos, sociales, fisiológicos e incluso culturales que rara vez se explican con claridad.

En este artículo voy a desglosar esas barreras reales, desde una perspectiva científica y humana, para ayudarte a entender qué está ocurriendo y por qué no deberías sentirte culpable.

Este no es un texto para darte más presión. Es una invitación a comprenderte mejor, a mirar tu proceso con empatía y a empezar a construir, desde donde estés hoy, un camino hacia tu bienestar.

¿Qué entendemos realmente por estilo de vida saludable?

A menudo esta expresión se asocia solo a comer sano y hacer ejercicio, pero en realidad va mucho más allá. Es importante aclarar a qué nos referimos cuando hablamos de un «estilo de vida saludable».

Un estilo de vida saludable implica una forma de vivir que favorece la salud física, mental y emocional, y que permite mantener ese bienestar de forma sostenible en el tiempo.

No se trata de hacer dietas estrictas, seguir rutinas de entrenamiento perfectas ni cumplir con reglas inflexibles. Se trata de hábitos cotidianos que, integrados con sentido común y adaptados a cada persona, ayudan a prevenir enfermedades, mejorar la calidad de vida y potenciar el equilibrio general del cuerpo y la mente.

Los pilares de un estilo de vida saludable incluyen:

  • Alimentación equilibrada y consciente, basada en alimentos reales, adaptada a las necesidades de cada etapa de la vida.
  • Actividad física regular, no necesariamente intensa, pero sí constante.
  • Descanso adecuado, con un sueño reparador que permita la recuperación del cuerpo y el cerebro.
  • Gestión del estrés y salud emocional, incluyendo espacios de desconexión, relaciones sociales sanas y autoconocimiento.
  • Evitar sustancias tóxicas o reducirlas al mínimo (tabaco, alcohol, ultraprocesados, etc.).
  • Chequeos médicos periódicos, prevención y seguimiento de la salud.

Sin embargo, es importante entender que un estilo de vida saludable no es una lista rígida de obligaciones, sino un proceso individual, flexible y en constante evolución. Lo que es saludable para una persona puede no serlo para otra. Y lo que hoy no puedes hacer, quizás mañana sí.

El verdadero reto está en encontrar el equilibrio posible según tu realidad, tus recursos, tu estado de salud y tu momento vital. Desde ahí, y no desde la perfección, es donde se construye un estilo de vida que realmente funciona.

Las verdaderas barreras: no es falta de fuerza de voluntad

Uno de los errores más frecuentes al hablar de salud es pensar que si una persona no se cuida es porque no quiere lo suficiente o porque le falta fuerza de voluntad. Esta visión simplista y culpabilizadora no solo es injusta, sino que también es científicamente errónea.

Llevar un estilo de vida saludable implica tomar decisiones complejas de forma repetida en un entorno que muchas veces va en contra de la salud.

Para entender por qué cuesta tanto cambiar de hábitos, es necesario conocer las barreras reales que intervienen en este proceso. Estas barreras no están solo “en la mente” de la persona, sino también en su entorno, en su historia personal y en su biología.

A continuación, te explico las más relevantes, basadas en evidencia científica:

Barreras psicológicas: el papel de las emociones y la mente

  • Estrés crónico: el cuerpo bajo estrés tiende a priorizar la supervivencia inmediata, lo que puede alterar el apetito, disminuir la energía y aumentar la necesidad de gratificación rápida (como comer emocionalmente o evitar el ejercicio).
  • Ansiedad y tristeza: emociones como el miedo, la soledad o la apatía pueden llevar a conductas de evitación, falta de motivación o abuso de ciertos alimentos como forma de escape.
  • Baja autoestima y autoconcepto negativo: cuando una persona no se valora, le resulta más difícil priorizar su salud o sostener hábitos que requieren cuidado y atención.
  • Relación con la comida: muchas personas arrastran una historia de dietas restrictivas, culpa o reglas alimentarias rígidas que han dañado su relación con la alimentación.

Barreras sociales y culturales: el entorno también influye

  • Ambiente obesogénico: vivimos en un entorno donde lo rápido, barato y disponible suele ser poco saludable. Tomar decisiones saludables requiere un esfuerzo constante.
  • Carga mental y falta de tiempo: las jornadas laborales extensas, el cuidado de hijos, el estrés económico o la falta de apoyo familiar dificultan priorizar el autocuidado.
  • Presión social: desde comentarios sobre el cuerpo hasta normalización del consumo de alcohol o comida ultraprocesada, muchas veces el entorno no favorece los hábitos saludables.
  • Coste económico: si bien comer sano no siempre es caro, la percepción (y en muchos casos, la realidad) de los precios puede suponer una barrera real para muchas personas.

Barreras fisiológicas: tu cuerpo también habla

  • Cerebro y hábitos: el cerebro humano tiende a ahorrar energía y repetir conductas ya conocidas, incluso cuando son poco saludables. Cambiar un hábito implica un esfuerzo neurológico real.
  • Hormonas que regulan el apetito: el sueño, el estrés o una dieta inadecuada pueden alterar hormonas como la grelina o la leptina, dificultando la regulación del hambre y la saciedad.
  • Inflamación crónica o problemas de salud: ciertas condiciones médicas, como desequilibrios hormonales, trastornos digestivos o enfermedades autoinmunes, también afectan la energía y la motivación.

No es que no quieras cuidarte, es que quizás no has tenido el acompañamiento, la información o el entorno necesario para sostener ese cambio. Reconocer estas barreras no es justificar la inacción, sino comprender lo que necesitas trabajar para avanzar de forma realista y compasiva.

Cómo influye el entorno y el sistema en tu salud

Muchas veces se habla de salud como si fuese una responsabilidad exclusivamente individual: “Si quieres, puedes”, “Solo depende de ti”, “La salud es una elección”.

Sin embargo, esta visión ignora un aspecto fundamental que la ciencia y la salud pública llevan años señalando: el entorno en el que vivimos condiciona fuertemente nuestras decisiones, incluso por encima de nuestra motivación personal.

Nadie toma decisiones de salud en el vacío. Lo hacemos dentro de un contexto: el barrio en el que vivimos, el tipo de trabajo que tenemos, los horarios, los recursos económicos, la cultura, los mensajes que recibimos a diario, e incluso la legislación vigente.

El entorno físico y social

  • Disponibilidad de alimentos saludables: No todas las personas tienen acceso fácil a frutas, verduras frescas o alimentos mínimamente procesados. En muchas ciudades, especialmente en barrios más humildes, los supermercados están repletos de ultraprocesados baratos y lo más accesible no es lo más sano.
  • Espacios para moverse: Hacer ejercicio no siempre es tan sencillo. Algunas personas viven en zonas sin parques, sin aceras seguras, o sin tiempo suficiente para permitirse caminar o entrenar.
  • Horarios laborales extremos: Jornadas partidas, turnos rotativos, estrés laboral crónico… Todo esto reduce el tiempo y la energía mental que se necesita para planificar comidas, descansar o hacer ejercicio.
  • Cultura y hábitos sociales: En muchas culturas, incluido el estilo de vida mediterráneo actual, se ha normalizado el consumo de alcohol diario, los excesos del fin de semana, los alimentos ricos en azúcar o grasa en celebraciones y reuniones. Cuidarse puede llegar a verse como “raro” o incluso como un acto de rechazo hacia el grupo.

El sistema económico y político

  • Publicidad y marketing agresivo: Las grandes industrias alimentarias invierten millones en promocionar productos insanos, especialmente dirigidos a niños, adolescentes y personas vulnerables. La publicidad de comida rápida o bebidas azucaradas está presente en redes sociales, televisión, transporte público… todo el día.
  • Falta de políticas protectoras: En muchos países, los etiquetados poco claros, la ausencia de educación nutricional en las escuelas o la falta de subsidios a alimentos frescos hacen que cuidarse sea más difícil y menos atractivo.
  • Presión por la productividad: Vivimos en una sociedad que valora la hiperproductividad, el rendimiento constante y la inmediatez. El descanso, el autocuidado y el tiempo para cocinar o moverse suelen verse como “lujos” en lugar de necesidades básicas.

No se trata de quitar responsabilidad a las personas, sino de ampliar la mirada: para cuidar la salud de verdad, no basta con dar consejos individuales. También es necesario entender que las elecciones saludables no están disponibles de la misma manera para todo el mundo. Y esto es algo que como sociedad deberíamos cuestionar y transformar.

¿Y la motivación? Claves para no depender solo de ella

La motivación suele ser el punto de partida en cualquier cambio de hábitos. Es esa chispa inicial que nos impulsa a empezar: un diagnóstico médico, el deseo de mejorar nuestra imagen, un momento de inspiración o incluso una crisis personal.

Pero la realidad es que la motivación no es constante. Viene y va. Es volátil, emocional y fácilmente influenciable por el cansancio, el estrés o las circunstancias del día a día.

La motivación es inestable por naturaleza

Uno de los errores más comunes es pensar que necesitamos estar motivados todo el tiempo para poder cuidarnos.

Sin embargo, las personas que logran mantener hábitos saludables no dependen de la motivación, sino de otros factores más estables y sostenibles:

  • Rutinas estructuradas
  • Entornos que favorecen decisiones saludables
  • Expectativas realistas
  • Identidad relacionada con el autocuidado («me cuido porque soy una persona que se cuida»)
  • Hábitos ya automatizados

El cerebro y los hábitos

Desde el punto de vista neurocientífico, repetir una acción muchas veces crea una “huella” en el cerebro que reduce el esfuerzo necesario para realizarla. Es lo que conocemos como hábito.

Al principio, hacer ejercicio o preparar comida saludable puede requerir mucha energía mental. Pero con el tiempo, si se convierte en una costumbre, esa acción se vuelve más automática.

Esto significa que el verdadero objetivo no es mantenerse motivado, sino construir hábitos que se mantengan incluso en días sin motivación

Estrategias prácticas para no depender de la motivación:

  • Planificar en lugar de improvisar: Tener menús semanales, horarios de entrenamiento y estrategias para momentos difíciles ayuda a actuar aunque no haya ganas.
  • Rediseñar el entorno: Hacer que la opción saludable sea la más fácil (por ejemplo, tener fruta visible, dejar la ropa de entrenar preparada, etc.).
  • Aceptar los altibajos: Habrá semanas más activas y otras más pasivas. No pasa nada. La clave está en la regularidad, no en la perfección.
  • Buscar sentido personal: Cuando tus acciones están conectadas con tus valores (como cuidar de tu salud para estar bien con tus hijos o tener energía para tus proyectos), es más fácil sostenerlas.

No necesitas estar motivado todo el tiempo para empezar a cuidarte. Lo que necesitas es un plan, comprensión de tus procesos, y herramientas realistas para avanzar incluso cuando no tengas ganas.

La motivación es la chispa, pero el hábito es el motor.

Del todo o nada al «mejor que ayer»: un enfoque realista y sostenible

Uno de los grandes enemigos de un estilo de vida saludable es el pensamiento “todo o nada”. Esa idea de que o lo hago todo perfecto —comer limpio, entrenar todos los días, evitar cualquier exceso— o mejor no hago nada, porque ya “he fallado”.

Este tipo de pensamiento es muy común y profundamente contraproducente. No solo genera frustración y culpa, sino que muchas veces lleva al abandono total del cambio, aunque se haya avanzado mucho.

El problema del perfeccionismo en la salud

  • Te exige más de lo que puedes sostener: No todo el mundo, o casi nadie, puede mantener hábitos perfectos todo el tiempo. La vida es impredecible, y eso es normal.
  • Genera una relación tóxica con la comida, el ejercicio y contigo misma/o: Pasar de la euforia a la culpa por «hacerlo mal» solo refuerza la sensación de que no vales lo suficiente o no eres capaz.
  • Te impide ver tus logros reales: Si no haces todo perfecto, crees que no estás avanzando, cuando en realidad cualquier mejora, por pequeña que sea, suma a largo plazo.

El enfoque «mejor que ayer»

Cambiar de mentalidad hacia un enfoque más flexible y humano es clave para mantener hábitos sostenibles. La idea no es ser perfecto, sino ser constante dentro de tus posibilidades reales.

  • Si hoy no pudiste entrenar una hora, pero saliste a caminar 15 minutos, ya hiciste algo positivo.
  • Si tuviste un día difícil y comiste algo que no habías planificado, pero cenaste con consciencia, eso también cuenta.
  • Si tuviste una semana de caos, pero retomas poco a poco, ese gesto tiene más valor que cualquier “dieta perfecta” de 7 días.

El cerebro también agradece la flexibilidad

Desde la psicología del cambio de comportamiento, sabemos que los pequeños logros constantes fortalecen la motivación y la autoeficacia (la creencia de que sí puedes).

Cuando una persona se siente capaz, es más probable que persevere. Por eso, empezar pequeño y avanzar con realismo es más eficaz que intentar cambiarlo todo de golpe.

La salud no se construye desde la exigencia extrema, sino desde la constancia, la amabilidad y la flexibilidad. Lo importante no es hacerlo todo perfecto, sino hacerlo mejor que ayer, sin rendirse mañana

La importancia del acompañamiento profesional

Uno de los errores más comunes cuando alguien intenta mejorar su salud es pensar que tiene que hacerlo todo solo/a.

Buscar ayuda profesional todavía se percibe, en muchos casos, como un signo de debilidad, falta de capacidad o incluso un gasto innecesario.

Pero lo cierto es que, si te cuesta sostener hábitos saludables, no es porque haya algo mal en ti, sino porque probablemente estás intentando resolver un problema complejo sin las herramientas adecuadas.

¿Por qué el acompañamiento profesional es tan importante?

1. Porque cada cuerpo y cada mente son únicos.

No existen fórmulas universales que funcionen para todos. Lo que a una persona le sirve, puede ser ineficaz o incluso perjudicial para otra.

Un profesional cualificado puede evaluar tu caso de forma individual y ayudarte a tomar decisiones realistas y seguras.

2. Porque la información sin guía puede abrumar

Vivimos en una época con exceso de información (y desinformación). Internet está lleno de consejos, dietas, retos y “trucos saludables” que prometen mucho pero no siempre tienen base científica.

Un/a dietista-nutricionista, entrenador/a o psicólogo/a puede ayudarte a filtrar lo que realmente es útil para ti.

3. Porque necesitas más que teoría

Saber qué hacer no es lo mismo que saber cómo integrarlo en tu vida.

Un profesional no solo te ofrece conocimientos, sino también estrategias prácticas, seguimiento, adaptaciones y apoyo emocional para que puedas sostener los cambios a largo plazo.

4. Porque el cambio de hábitos no es lineal

Habrá avances y retrocesos. Acompañarte de alguien que entiende este proceso desde la evidencia y la empatía, y que no te juzga cuando tropiezas, puede ser la diferencia entre abandonar o continuar.

5. Porque tener una red de apoyo marca la diferencia

Diversos estudios en psicología y salud pública demuestran que el acompañamiento mejora la adherencia y la eficacia en los procesos de cambio. Sentirse escuchado/a, comprendido/a y guiado/a reduce el estrés, mejora la confianza y refuerza la motivación.

¿Cuándo buscar ayuda profesional?

  • Cuando sientes que has intentado de todo y nada funciona.
  • Cuando te abruma la cantidad de información disponible.
  • Cuando hay emociones complejas asociadas a la comida, el cuerpo o el movimiento.
  • Cuando hay problemas de salud que requieren un enfoque específico.
  • Cuando necesitas estructura, guía y apoyo para empezar o mantenerte.

No necesitas hacerlo solo/a. Cuidar de ti es más fácil, más efectivo y mucho más llevadero cuando tienes acompañamiento profesional. No se trata de debilidad, sino de inteligencia emocional y compromiso con tu bienestar.

Conclusión: Cuidarte no es un lujo, es un derecho

En una sociedad que muchas veces premia la productividad por encima del bienestar, tomarse el tiempo para cuidarse puede parecer un acto egoísta o incluso un lujo. Pero no lo es.

Cuidarte es un acto de responsabilidad contigo misma/o, y también un derecho que merece ser respetado, defendido y facilitado.

No se trata de tener el cuerpo perfecto, ni de seguir todas las reglas que dicta internet. Se trata de vivir con más energía, menos dolor, mayor estabilidad emocional y mejor calidad de vida.

Se trata de poder moverte con libertad, disfrutar de tus relaciones, rendir en tu trabajo y en tus pasiones, y sentir que tu cuerpo y tu mente te acompañan en vez de limitarte.

Después de todo lo que has leído, quizás te des cuenta de que no has “fallado” tantas veces como creías. Tal vez lo que te ha faltado no ha sido voluntad, sino herramientas. No ha sido disciplina, sino comprensión. Y no ha sido constancia, sino un enfoque más flexible, realista y adaptado a tu vida.

Por eso, este texto no busca exigirte más, sino ayudarte a ver tu camino con una mirada más amable y científica, que combine conocimiento, autocompasión y acción.

Estar saludable no significa hacerlo todo bien. Significa tomar decisiones conscientes, imperfectas pero constantes, desde el respeto por tu cuerpo, tu historia y tus circunstancias.

Tú mereces sentirte bien. No mañana, no cuando tengas más tiempo, no cuando bajes de peso, no cuando tu vida esté en orden. Mereces empezar hoy, desde donde estés, con lo que tengas.


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